Así llamó a Lugo el autor de un libro guía de Galicia, publicado en la década del sesenta del siglo XX, momento en que la ciudad se ordenaba en un magnífico trazado urbanístico, pues se componía de plazas enlazadas por calles no muy largas, con el ancho suficiente para que los edificios que los formaban, con una altura máxima de tres plantas, no las hiciese sombrías. Todo ello se encontraba dentro del recinto amurallado con origen en la época de la dominación romana.
La muralla ocasionó las más diversas opiniones. En esos momentos estaba cubierta por diversas construcciones que tapaban parte del monumento. Pero a mediados del siglo XX fue nombrado hijo de la provincia Ramón Falcón, director general de Bellas Artes, quien, entre otras cosas y para bien de la ciudad, la libró de los edificios adosados.
Lugo, capital de la provincia, tenía en esos momentos esta morfología que comprendía La Catedral, distintas parroquias, la Sede de Hacienda Pública, el edificio de Telégrafos y correos, telefónica, Obispado, Gobierno Civil, sedes de bancos… por lo que no era raro oír a la gente que vivía en la zona del Puente o en el Barrio Feijoo decir “voy a Lugo“ cuando se dirigían al centro de la capital.
Ya librada de las construcciones adosadas, la muralla empezó a tener mayor relevancia. Por esto y junto a distintas manifestaciones y la participación activa de las autoridades locales en el año 2000 la UNESCO la distinguió con el sello de Patrimonio de la Humanidad. Si bien, en la séptima década del siglo XX, antes de que le fuese concedido el nombramiento, se encontró obligada a ensanchar la Puerta de San Fernando, debido al volumen de tráfico que soportaba, construyéndola de la forma que está hoy.
También la Puerta de la Estación, quedó privada, por dicho motivo, de su construcción castrense de mediados del XIX, con una bella garita colgante, lo que daba al monumento su aire de defensa dejando claro la época de construcción y a la vez que aumentaba su carácter bélico sosteniendo unos batientes que se cerraban por la noches, creando la hora de queda, lo que daba cobijo a la ciudad.
En el recorrido por el adarve se atraviesan distintas puertas siendo la de la calle Montevideo, junto a otras puertas ya nombradas, la que tiene un buen estilo. El arco es amplio y está rematada por cuatro grandes esferas de granito que le confieren un carácter de comienzos de la época de su construcción “Art Decó” tal vez debido al proyecto de arquitecto Bellido que realizó según sus planos el Hospital de Santa María, que se encuentra casi enfrente. La fachada del pabellón principal de éste se engalana con la escultura de la Virgen de los Ojos Grandes según la orientación del escultor Asorey (Medalla Nacional de Escultura) del que se encuentran dos tallas en el Museo Provincial, San Francisco (la galardonada) y Ofrenda a San Ramón. Allí también se exponen grandes mosaicos y piezas de cantería de la dominación romana procedentes de excavaciones junto con joyas celtas y elementos decorativos de épocas anteriores al igual que una buena pinacoteca en la que se exhiben interesantes óleos de Julia Minguiñón y Tino Grandío (lucense Medalla Nacional de Pintura), con relevantes aportaciones a la pintura moderna. También podemos contemplar una buena cerámica de Sargadelos con piezas de distintas épocas junto con alguna fundición de productos de comienzos de la Industrialización que tuvo lugar a principios del siglo XVII en la Mariña Lucense.
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El Museo está realizado manteniendo en su interior el Claustro Románico, el cenobio y “lareira” del antiguo convento que ocupó el solar. Todo ello construido dentro de un estilo barroco y anacrónico, que confieren a la Plaza da Soidade y a la Rúa Nova un carácter particular y aportando gran esplendor a la iglesia románica al que está adosado, todo ello proyectado por el arquitecto González Bellido. Si bien ésta contrasta con el añadido de la Capilla de la Orden III que cubre parte de su construcción impidiendo admirar todo su trazado.
De Asorey son estas tres piezas de las que podemos disfrutar junto con el monumento dedicado al alcalde Ángel López Pérez, enclavado en el Parque Rosalía de Castro, pues este alcalde fue el artífice del mismo, así como de la puerta de la muralla de Santa María, el Hospital de Santa María y el de San José.
Actualmente, dado el auge y la extensión alcanzada de la ciudad, se ha terminado la expresión “dentro o fuera de murallas” con la que a la vez se quería dar a los vecinos de la misma un estatus social, como si el hecho dentro o fuera influyese en la cultura, la discreción y el saber estar. Hoy la ciudad empieza a nutrirse de las oportunidades que le proporciona el monumento, como son las fiestas, ya tradicionales, de Arde Lucus, que se basan en la época de construcción de la misma.